En tiempos donde la centralización puede sentirse mas fuerte en México y otros países alrededor del mundo, una visita reciente al estado de Baden-Württemberg en Alemania, ofrece una perspectiva distinta, más matizada, sobre cómo entender y fortalecer un federalismo funcional.
En teoría, el federalismo es un sistema organizativo caracterizado por la unión de estados soberanos basada en la no-centralización, en el gobierno compartido y el respeto de la diversidad. Así, funciona como la unión de entidades políticas que acuerdan compartir soberanía dentro de un marco constitucional. En el mundo, países como México y Alemania se rigen por este sistema. Si bien, Alemania no tiene un federalismo perfecto, éste si está profundamente enraizado en su historia, codificado en su Constitución y operado con una lógica de corresponsabilidad que vale la pena observar desde México.
Desde el principio de subsidiariedad,que impide que el gobierno federal tome decisiones que pueden resolverse mejor a nivel local, hasta una distribución simétrica de competencias entre sus 16 estados, el sistema federal alemán prioriza la colaboración por encima de la competencia, y la autonomía de las localidades y estados. Un ejemplo inspirador es la ciudad de Karlsruhe, tercera más grande del estado del sur, Baden-Württemberg, que ha apostado por un modelo de desarrollo económico basado en “incentivos suaves”. Es decir, la ciudad no ofrece subsidios directos ni exenciones fiscales para atraer empresas; en cambio, se invierte en talento, en la mejora de las universidades, los centros de investigación y las redes de colaboración entre el sector privado y la investigación aplicada para la continua innovación en sectores como movilidad, green tech, energía, o computación cuántica. El gobierno actua como facilitador creando los marcos legales que faciliten la transferencia tecnologica y que la academia no sea solo eso si no verdadera investigación aplicada. Con la presencia del Instituto de Tecnología de Karlsruhe (KIT), empresas emergentes y universidades colaboran en la creación de ecosistemas de innovación.
Este enfoque tiene implicaciones directas para México. Primero, muestra que el desarrollo local no depende únicamente de recursos fiscales, sino de una visión estratégica de largo plazo donde las ciudades tienen gran poder de decisión sobre el estado o la federación. Segundo, revela el poder de las ciudades para actuar como nodos de cambio, siempre que cuenten con la autonomía y las herramientas para hacerlo.
La descentralización incluye responsabilidad fiscal. La mayoría de los estados tienen “frenos constitucionales” al endeudamiento, y las ciudades alemanas deben operar dentro de márgenes financieros claros. Aunque no exentos de retos, como la desigualdad entre regiones o la complejidad del federalismo fiscal, el diseño alemán ofrece una lección esencial: más descentralización exige también más capacidad y más corresponsabilidad.
Uno de los aprendizajes más valiosos fue entender que el federalismo no es una técnica, sino una cultura política. Se cultiva con confianza, cooperación y una clara delimitación de funciones. En México, varios estados y ciudades podrían apuntar hacia ello. La pregunta no es solo cómo replicar experiencias como la de Karlsruhe, sino cómo adaptar sus principios a nuestra realidad. El rol de universidades y centros de investigación aplicada se vuelve crucial. Quizás los resultados no los veamos a corto plazo, pero es urgente abrir la conversación: no sobre cómo recentralizar para controlar mejor, sino cómo descentralizar para gobernar mejor.